jueves, 10 de enero de 2013


ROMAN MARIA VALENCIA

Nació en la ciudad de Sonsón  (Antioquia) .Sus padres fueron:
Marcelino Valencia y Purificación Alvares. A los  pocos años  partió para Villanería, donde se estableció en el comercio. Deseoso de formar un hogar, se caso en esta ciudad,  con doña Carmen  Duque y la providencia bendijo este hogar, con cuatro hijos sanos y vigorosos.
No contento aún , con sus vastas aspiraciones, partió para Pereira, donde estuvo algún tiempo, para seguir después hacia la región del  Quindío. Ya en esta y de acuerdo con su compañero Segundo Henao, resolvió fundar una población y escogieron el punto donde  reposa hoy la misma población, que antes estaba en sus mentes,” Calarcá “.
Obteniendo el permiso necesario, del alcalde de Salento, procedió con su compañero Henao, a la demarcación de las calles y plazas.
Siguió,  de esta época en adelante, propendiendo por el adelanto de la población, al tiempo que trabajaba en el comercio o se dedicaba a la busca de minas y guacas en toda la región.
Conocedor un día, de las penalidades de gran numero de cundinamarqueses, partió para esta región y una vez allí, se hizo al cariño de sus moradores; pronto se hizo a una colonia de estos individuos y partió con ellos para la región del Quindío y al llegar a ella, los estableció en la reciente población de Calarcá, proporcionándoles toda clase de comodidades y atenciones. Y esta la razón, para que hoy  esté Calarcá con una gran colonia cundinamarquesa, atraídas por las primeras familias, venidas con D. Román, recientemente fundada la población.
Amigo del prójimo, sin distingos de ninguna clase, como medico, recetaba a todos los que le buscaban y daba a la vez todos los remedios, que precisaba el enfermo, sin cobrarles  después,  ni un centavo.
Muy amigo de las curiosidades; en sus guaquerías  había conseguido una gran cantidad de objetos, que coleccionaba cuidadosamente y que aún existen en nuestra población.
Generalmente desdeñaba los empleos remunerados y desempeñaba con gran  gusto  y voluntad los empleos onerosos.
Pero un día, el 19 de septiembre del año de 1.898, la parca inmisericorde, trunco la preciada existencia en la ciudad de Pereira, dejando al propio tiempo sumido en lágrimas su hogar, que había sido el campo donde se habían confundido, con su esposa y sus hijos, lo mismo las alegrías obtenidas por la realización de sus meritorias aspiraciones, que las tristezas diarias que siempre ocasionan, los esfuerzos desinteresados en las luchas del vivir humano.
La gratitud, que es la flor que crece al lado de las yedras en las tumbas, debe germinar al lado de las de este fundador,  caritativo y desinteresado, de la población que cuenta hoy ya con más de siete lustros de existencia.


Escrito por Angela Ortiz (1.922)

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